“Mi avo cruzó el océano. Hoy, su historia me guía”
Una foto sepia, gastada por el tiempo, muestra rostros que ya no están pero que aún nos miran. Un apellido que resuena como eco de una lengua que cruzó el océano. Una carta escrita en dialecto, con trazos torpes y afectuosos, que guarda promesas, despedidas y silencios. A veces, el punto de partida no es un trámite: es una emoción que se hereda.
La búsqueda de la ciudadanía italiana no comienza en una oficina consular, sino en el corazón de una historia familiar. En esa pregunta íntima que atraviesa generaciones: ¿de dónde venimos? Y con ella, el deseo profundo de recuperar una parte de nuestra identidad que sigue viva en gestos cotidianos, en recetas transmitidas sin receta, en palabras que sobreviven entre idiomas, en relatos que se cuentan como quien cuida una llama.
No se trata solo de reconstruir documentos. Se trata de reconstruir sentido. De volver a mirar el pasado no como algo lejano, sino como una raíz que sostiene el presente. Porque en cada búsqueda genealógica hay también una búsqueda de pertenencia, de justicia, de memoria activa.
Raíces que cruzaron el océano
Entre 1860 y 1930, millones de italianos dejaron atrás aldeas, dialectos y afectos para embarcarse hacia lo desconocido. No llegaron como turistas ni como visitantes temporales: llegaron como sembradores de futuro. En sus valijas traían poco, pero en su memoria traían todo. El nombre del pueblo, la receta de la abuela, el oficio aprendido en silencio, la fe en que el trabajo podía dignificar el dolor del desarraigo.
Se instalaron en ciudades y pueblos, muchas veces en condiciones precarias, y desde allí comenzaron a construir. Fundaron asociaciones mutuales, levantaron hospitales, crearon escuelas, y dieron forma a barrios enteros que aún conservan su impronta. Su legado no se limita a la arquitectura italianizante ni a la gastronomía que hoy celebramos: está en la forma de hablar, en los gestos familiares, en los valores transmitidos sin palabras.
Hoy, esa herencia sigue viva. En cada mesa donde se sirve pasta casera un domingo, en cada apellido que conserva su acento original, en cada relato que se transmite como un tesoro. No es solo historia: es identidad activa. Es el hilo invisible que une generaciones, que da sentido a la búsqueda de ciudadanía como acto de memoria y pertenencia.
Ciudadanía como expresión de identidad y derecho
La ciudadanía italiana por ius sanguinis no es un privilegio: es un derecho que reconoce la continuidad jurídica entre generaciones. Pero ejercerlo requiere algo más que voluntad. Implica reconstruir una cadena documental precisa, comprender normativas cambiantes y, muchas veces, enfrentar obstáculos administrativos o judiciales.
En marzo de 2025, el Parlamento italiano aprobó una reforma que limita drásticamente el acceso a la ciudadanía por descendencia.
Este cambio ha generado un profundo malestar en miles de familias argentinas. Muchos ven en esta ley una ruptura con el vínculo histórico entre Italia y sus descendientes. Como expresó una especialista: “Esta ley borra parte de nuestra historia”. Además, se anticipan acciones judiciales para impugnar la reforma por considerarla inconstitucional y discriminatoria.
Más allá del plano legal, el daño emocional y simbólico es inmenso. Personas que habían dedicado años a reconstruir su árbol genealógico, que habían viajado, invertido, soñado, hoy se enfrentan a una exclusión que no solo afecta derechos, sino también la dignidad de sus historias. La reforma no solo modifica un procedimiento: hiere una memoria compartida.
Más allá del trámite: el valor de acompañar
Como consultor, he aprendido que este proceso no se trata solo de papeles. Cada documento que llega a mis manos no es un archivo: es una historia que espera ser reconocida. Una partida de nacimiento puede contener el eco de una promesa familiar. Un acta de matrimonio, el testimonio de una unión que cruzó fronteras. Cada expediente es una narrativa silenciosa que merece ser leída con respeto, sensibilidad y rigor.
Acompañar no es simplemente guiar: es sostener emocional y estratégicamente a quienes se enfrentan a la incertidumbre, la frustración o el dolor de sentirse excluidos por reformas que no contemplan su historia. Es traducir lenguajes jurídicos sin perder el sentido humano. Es justificar vínculos que el tiempo no ha borrado. Es sostener la dignidad de quienes buscan no solo un derecho, sino una pertenencia legítima.
En este oficio, la empatía no es un recurso opcional: es una herramienta esencial. Porque detrás de cada consulta hay una familia que reconstruye su identidad, una persona que busca justicia, una memoria que se resiste al olvido. Y en tiempos de reformas restrictivas, ese acompañamiento exige aún más: prudencia para no prometer lo que no se puede garantizar, creatividad para encontrar caminos alternativos, y firmeza para defender lo que aún puede ser defendido.
Defender el derecho a la ciudadanía italiana no es solo una tarea técnica. Es un acto de resistencia simbólica. Es afirmar que la memoria migrante tiene valor jurídico, que el legado de nuestros ancestros merece continuidad, y que la identidad no se archiva: se honra.
Yo mismo soy parte de esa historia. Mi avo Carmine Iannicelli, con su mirada firme y su andar silencioso, es el fiel reflejo de ese legado migrante. En él reconozco no solo mis raíces, sino también el compromiso de acompañar a otros en la reconstrucción de las suyas.
El legado que nos define
La ciudadanía italiana no es solo un documento: es una forma de honrar el esfuerzo silencioso de quienes cruzaron el mar con más esperanza que certezas. Es reconocer que detrás de cada apellido hay una historia de trabajo, de resiliencia, de amor por la familia y por la tierra que los recibió. Es también una oportunidad para reconectar con valores que no se archivan: el sentido de pertenencia, la memoria viva, el vínculo con territorios que siguen latiendo en nosotros.
Cada búsqueda genealógica es un acto de justicia. Cada trámite bien fundamentado, una afirmación de identidad. Cada paso dado con convicción, una forma de decir: “Yo también soy parte de esta historia”. Porque el legado inmigrante no es solo recuerdo: es derecho, es raíz, es presente.
Aunque las leyes cambien, aunque los caminos se tornen más complejos, la historia permanece. Y merece ser defendida con estrategia, con sensibilidad y con firmeza.
📩 Si sentís que tu historia también merece ser reconocida, si querés recuperar tu ciudadanía como expresión legítima de tu identidad familiar, estoy acá para acompañarte. Con respeto, con claridad y con la convicción de que cada documento puede abrir una puerta, pero cada historia puede abrir un camino.